Belén tenía los ojos muy negros. Y las cosas muy claras. La conocí una tarde de copas y viento. Rachas de bourbon huracanado agitaban compromisos. Hacían remolinos de palabras. Nos dejaron allí desnudos. En una calle casi anochecida de entresemana.
Llegamos a su bicicleta con parrilla. Me da miedo pedalear con viento dulce, dijo. Soy del mar, de brisa salada. ¿Me llevas?. Pedaleé de cara. Con sus brazos y pelo sueltos a mi espalda. Ese de la cristalera es mi portal. En el tercero está mi casa. Te invitaría a subir, pero hoy vivo sola.
Me senté un rato en el portal. A respirar lento y peinarme las ganas. Me vi la pinta reflejada. Deseos saltones y expectativas desencajadas. Me incorporé y pensé en llamarla. Había dos terceros en el portal de Belén. Tercero Izquierda: Jose María Melchor. Tercero Derecha: Jesús Gaspar. Volví al reflejo de mi cara y pensé que llevaba ya unos días con mal color.
viernes, marzo 23, 2007
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3 comentarios:
pensar en llamarla es buena idea, aunque mejor es, llamarla.
jejeje,
eso es verdad Esther....seguro que me hubiera atrevido si me hubiese apellidado Baltasar
ah ¿es que no te apellidas Baltasar? nada, nada, entonces no, me equivoqué... olvídalo.
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