Como un pequeño elefante de cristal.
----
Había quedado con Memo en el Gran Bazar. Tomaríamos té y charlaríamos. Luego él vendería una o dos alfombras. O al menos una cazadora de cuero. Mejor a un turista americano. Tienen tanto miedo cuando pones cara seria de regatear. A las nueve cerraba. Hoy jugaba el Betsitkas. Había que llegar pronto al campo.
No fui. Me disculpé en voz alta y monté en un autobús urbano en dirección sur. Atravesamos Taksim. Luego viró en dirección a las barriadas de pisos obreros de los setenta. Cada pocas verjas se veían colgados retratos de Ataturk. Tan desteñidos...
Bajé cuando supe que estaba lo suficientemente lejos. Caminé en la primera dirección que se cruzó y llegué a una gran plaza con ocho edificios modernos de siete pisos y dos edificios de madera apuntalada. En la plaza había cinco grupos de mujeres vestidas de negro. Entre ellas picoteaban cientos de palomas vestidas de blanco. Caminé hacia ellas. La voces fueron apagándose a mi paso. Los batidos de alas fueron encendiéndose a mi paso. Crucé la plaza entre un griterío de silencios y alas.
En el soportal de uno de los edificios apuntalados un grupo de niños jugaban a la pelota. Sonrieron cuando puse cara de portero profesional. Y juguetón deseoso. Me metieron siete goles y paré un penalti. Se me rompió la manga de la camisa de echarme al suelo. Después hubo mucha más palabrería importante que yo me perdí. Discutieron.
El niño era moreno. También era el que parecía más joven. Me cogió de la mano y dijo:
- Arkadas.
Tiró de mi entre los puntales de madera y me llevo al interior de un patio. Subimos por unas escaleras podridas. Pisando sólo los bordes. Saltando los escalones idos. En el tercer piso entró en una subdivisión sin casi paredes. Había cinco sillas y una mesa pequeña. En el suelo de la esquina opuesta había dos colchones y un gran arcón de madera que hacía de cabecera. El niño abrió el arcón y sacó un pequeño soplete de soldadura, una barrita de cristal rosado y dos palillos. Me indicó que me sentara. Prendió el soplete. Se aplicó con el vidrio y los palillos. En unos segundos moldeó una diminuta figurilla que enfrió en el suelo. Luego me abrió la mano y la puso en mi palma. Era un elefante de cristal. Del tamaño de la uña de mi dedo menique. Con su trompa. Con sus dos orejotas y sus cuatro minúsculas patas.
- Arkadas -repitió sonriendo
Salió corriendo escalera abajo. Y yo le seguí hasta el parque de las mujeres y las palomas. Corrió hasta su posición en el juego del soportal y paró un fuerte chut.
Aquella noche ganó el Betsitkas 3-0 al Galatasaray
Kufilaw.wma |
No hay comentarios:
Publicar un comentario