viernes, noviembre 18, 2005

La ciudad del nómada

Llegaron de la mano.
Alquilaron un apartamento sencillo.
Durmieron en el único colchón.
Solo él supo de su tacto dulce.
Sólo él supo de su aliento de leche.
Desayunaron fruta a la mañana.
Las comidas casi siempre fueron rápidas.
Para la cena nunca faltó el tiempo.
Pasearon a diaro por el parque.
Despidieron muchos años el invierno.
Ningún diario local informó de su partida.
Su tiempo, acumulado hoja con hoja,
se lo llevó el viento.

1 comentario:

Esther dijo...

¿acaso no somos todos nómadas?